El cubo de Rowen J.

Capitulo 1

Rowen J. vivía a las afueras de la ciudad en una enorme casa de ventanas abiertas. Su rutina era muy simple. Despertarse, tomar una ducha fría, preparar su propio café amargo, leer la prensa local y luego contemplar el brazo del rio que descendía de algún lugar de las montañas. Rowen J. había preferido aislarse de todo después que muriera su esposa en un accidente de tránsito. De eso hacía 5 años. Sin embargo, pensar en ello aun lo deprimía. La ausencia de ella, lo mantenía ausente de sí mismo. Fue por mucho tiempo, un ser sin autonomía, Solitario, inmerso en un mundo que construía de  manera rustica, como un obrero sin la más mínima experiencia. 

En la enorme casa, instalada a propósito en el destierro, parecía un indefenso moribundo a quien se le ha obligado vivir. Una mañana, como todas las demás, algo quebró la rutina. Mientras hojeaba la prensa, alcanzo a notar un extraño oleaje que se impactaba con la orilla del rio. Intrigado, se levantó de la silla, dio un sorbo de café e instigó sus ojos para observar mejor. El hallazgo lo inmuto: Una cubo  sin abertura, sellado totalmente, como si no tuviese destino ni origen, había atracado en la parte que le correspondía del rio. Se valió de una rama seca para tocarlo, pero se quebró fácilmente. De modo que debió hacerlo por sí mismo. Tenía un peso regular, pero la superficie no era tan lisa como se veía. Lo cubrió con una manta y lo llevo adentro. Por horas, lo examino con minucioso cuidado.

Durmió poco esa noche. El hallazgo del cubo y el recuerdo de su esposa lo agobiaron hasta la madrugada; sin embargo, tuvo tiempo de pensar en otras cosas sin importancia. En la gotera del lavamanos, la intermitencia de la luz en la bombilla del jardín y en el sonido de la brisa viajando a través del aire estancado de la sala. Cuando cerró  los ojos y nuevamente los abrió el día se había filtrado por la ventana. Rowen J. era uno de esos hombres con pocas habilidades naturales, pero con mucha pericia en el arte de resolver enigmas sin explicación. Organizó un cronograma en donde detallaba paso a paso de que herramientas se valdría para destapar el extraño objeto. Primero utilizó el taladro, pero la broca se destrozó al primer impacto con el cubo. Luego, el martillo, hacha, sierra eléctrica y hasta un serrucho afilado. Pero con ninguno pudo abrirlo. Se desesperó por unos segundos hasta que la calma regreso a su cuerpo como un relámpago de luz.

“Es un puto cubo – dijo sonriendo.- un puto cubo que juega conmigo.”

Por primera vez en meses, resolvió visitar la ciudad. La tentativa de abrir el cubo lo animó mucho. Hacía tiempo no encontraba un rumbo a donde dirigirse, un norte real y palpable. Al parecer, el cubo había re- direccionado su modo de ver las cosas. Sintió una brusca vitalidad entonces, como si le hubieran inyectado vida. Condujo por horas. Mientras lo hizo, Experimento una amarga sensación al notar que muchas cosas habían cambiado en su rutina anterior, cuando era un escritor con una paga regular, atiborrado de frutaciones, alegrías vehementes y con una buena mujer a quien amar. La larga carretera por fin había sido terminada. El anciano dueño del único hostal en la vía no lo reconoció cuando hizo señas para saludarlo. Los niños que jugaban en el polvorín, ya no estaban. Asumió que todo excepto el, habían cambiado. Al llegar, vio una ciudad diferente, cálida,  más habitada y con muchos rostros que no conocía. Pero sintió una vaga libertad. Esa vez, almorzó sin pensar en su esposa muerta. Tampoco pensó en El. No pensó en nada. 

En la tarde, de  regreso a su casa, adquirió nuevos recursos. Mientras cancelaba, la cajera bromeo sobre lo que haría con tantas herramientas. Era una mujer de ánimo locuaz con una dentadura bien lograda. Llevaba una gorra puesta con el nombre de la tienda. En algún momento, le recordó a su esposa Madeleine.

¿Piensa montar una tienda de herramientas para competir con nosotros? – dijo bromeando.

Se tomó varios segundos para responder.

“Voy a abrir un puto cubo – dijo férreo. Luego sonrió. – es un puto cubo que encontré y me gustaría saber que tiene por dentro.”

“La cajera frunció las cejas. Sonrió tímidamente. No es el primero que desea abrir un puto cubo – dijo.- con usted ya son 108 personas que se han encontrado este mes un puto cubo sin abertura.”

Rowen J. se sintió desolado, como un cabrito invalido en medio de una cacería.

“109, perdón – corrigió- con usted.”

Rowen J. no supo que decir. Tartamudeo un poco y divago entre cancelar la cuenta o salir corriendo del lugar.

¿Y… alguien ha podido abrirlo? – preguntó casi en murmullo, sin voz.- ¿sabe o conoce de alguien que lo haya logrado?

“Hasta ahora nadie bebé – dijo mirándolo a los ojos. Acercó su rostro al rostro de Rowen J. – pero si lo logras o no, invítame a salir. En este mismo lugar, a esta misma hora estaré esperando por ti.”

Espera muy pronto el próximo capitulo...

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