La corrupción en la Guajira es como los gatos
Foto Cortesía del Heraldo |
Nuevamente La Guajira, específicamente Albania, se encuentra
en la boca de todos. Y no precisamente por la majestuosidad del Carbón, por su exótica
cultura indígena, por su gente formidable o por nuestras costumbres. No.
Lastimosamente no es así. Resulta que a alguien sin escrúpulos se le ocurrió la
magnífica idea de explotar al estado aprovechándose de lo mejor que tiene mi
departamento, los niños. Si nuestros niños. Los que juegan descalzos en las
canchas de arena, esos seres mágicos e inigualables que parecen extraídos de algún
cuento de hadas. Los niños que usted conoce.
El desfalco monumental asciende a
2000 millones de pesos y la calculadora queda corta. Porque según los medios,
quienes regularmente nunca se ponen de acuerdo en cifras matemáticas, el valor
es aproximado. Es decir, la suma real puede ser enorme, teniendo en cuenta que
la mayoría de las veces, el baúl es más pesado cuando el viaje se hace más
largo. Desde hace varios años hemos visto como millones de fundaciones y
programas enfocados al bienestar de nuestra primera infancia, vienen haciendo
puja con el fin de extraer algo de provecho económico, mediante campañas
sociales y otras artimañas asombrosas.
Lo cierto es que el plan ha resultado y
los ogros en la historia se han convertido en príncipes con automóviles de lujo y casas en el aire. Con estos actos, el estado colombiano, la reina tierna y confiada del cuento, debe velar
porque los dineros sean invertidos para lo que fueron destinados inicialmente. Y
debería estar más atento con la letra
menuda, con los contratos fachadas y las miles de fundaciones falsas que
desangran el capital de los niños. Se habla de la Guajira, pero realmente el
problema es más profundo de lo que parece. Ignoro el desenlace de esta triste
historia. Algunos irán a prisión por varios meses o quizás tendrán casa por cárcel.
Otros menos favorecidos pagaran penas de 10 años o más.
Sin embargo, los más
astutos seguirán delinquiendo con más tenacidad desde el destierro. Porque la corrupción
es como los gatos.
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