Me gustas cuando estas muerta porque sonries
Esa fue tu mejor idea hasta el
momento. Definir una muerte alejada de toda fatalidad humana y complejidades inverosímiles.
Escribiste por siglos la misma historia: morir. En brazos de cualquier amante
clandestino, húmeda por las huellas de alguien que no conociste jamás. Única en
tu mejores años de luz, equivocadamente sutil como las rosas de un matrimonio tardío
que mueren en algún lugar del jardín. Dices: “He vivido sin vivir, ya es mi
hora”. Realizas varios movimientos y reposas en la cama tu cuerpo. Piensas en
algo que no imagino. Sonríes trémula y cierras los ojos. En esa cabeza
desprendida de razón, un nicho de atrocidades se cosecha en silencio. Matar o
vivir, reír o llorar; es igual para ti. De repente, lloras y luego ríes a
carcajadas estrepitosas. Eres como recordaba.
De niño despertaba en la
madrugada y observaba como calculabas cada movimiento que hacías. Saltando en
la penumbra, tanteando la pared como un ciego moribundo. Entonces, estabas
lucida, inminente. Ahora el tiempo ha cambiado, como yo.
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