Un salto interminable
Cuando
abrió los ojos esa mañana, encontró en la esencia temporal de los objetos que controlaban su rutina, la
habilidad para sortear las situaciones más imprecisas de la memoria. Pero
incluso para un hombre cuya identidad intermitente logra increpar cualquier
vestigio de lucidez en la costumbre, el inescrutable oficio del olvido no
podría ser más irreal que los sueños
tristes amontonados en los sitios más impensables del alma
El ciclo
repetitivo de saltarse de un cuerpo a otro, nuevamente había hecho de las
suyas. Dentro de esa habitación que no
lograba reconocer como propia, una luz débil penetraba la densidad del encierro
y el olor a café virgen se colgaba en el aire como un malabarista romano. Frente
al espejo, un hombre azotado por el rigor de los años, palma a palmo reconocía su nuevo rostro.
¿Soy
realmente yo? – pensó
Buscó a
tientas la prestobarba dentro de una cajita instalada en la pared.
No eres tú
– dijo una voz a sus espaldas
Volteó su
rostro pero no vio a nadie. Escrutó el baño minuciosamente buscando un plano en
el cual sus ojos pudiesen identificar un
síntoma de realidad. Las paredes embaldosadas y el olor a hipoclorito de sodio hinchando los
pulmones. La gotera eterna bajo la ducha resbalándose imprecisa y la cortina de
flores suspendida en el aire sin sostenerse de ningún sitio. Objetos flotando y
tropezándose unos con otros. Algo dentro
de todo ese cumulo de realidad no
terminaba de adecuarse a su nueva identidad. Desde que empezaron los saltos su
razón enfermó. En ese trasegar de conciencias el universo no tardó en madurar
su locura y su fatalidad terminó alterando cualquier frivolidad humana que pudiese reposar en sus
bolsillos.
¿Eres tú?-
dijo alguien desde el umbral de la puerta que apoyaba el codo sobre el marco de
madera.
Los saltos
desaparecerán tu verdaderos recuerdos- dijo alguien más que apareció desde la
penumbra del lavabo. Luego su espectral figura se esfumó y nuevamente apareció
del otro lado, cerca de la ducha. Desde niño el bruxismo había instalado un
dominio infernal en su dentadura. Solía levantarse en la madrugada y a tientas
encontraba el baño sumergido en el más profundo estupor. De aquellos tiempos remotos no lograba
precisar geografía exacta para el aterrizaje de su cordura y la improbabilidad
de que hubiese o no vivido esa experiencia convirtió su esencia en un acertijo.
Un salto
interminable – dijo
Los objetos
flotantes cayeron de repente y esa reverberante realidad se vino abajo. Un
nuevo salto.
Comentarios
Publicar un comentario